BRAXICO: La Unión de los Desesperados

Raúl Ruiz

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Un saludo desde CJTOWN, con sarcasmo a ritmo de Samba. Porque el sarcasmo es cortesía de la casa.

Imagínese usted, amigo mío, que un día México y Brasil se despiertan con ganas de jugar a la geopolítica seria.

No a la de “yo te invito a la cumbre y tú me mandas mariachis”, sino a la de verdad: tratados, monedas, ligas, himnos, y hasta una mascota oficial (¿un jaguar con sombrero? ¿una cumbia en portugués?).

Así surgiría BRAXICO, la liga latinoamericana que nadie pidió pero que todos merecemos.

El tamaño sí importa

Con más de 340 millones de habitantes, BRAXICO sería más grande que Estados Unidos.

Claro, también más caótico, más ruidoso, y con más telenovelas por metro cuadrado. Seríamos una potencia demográfica, sí, pero también una potencia en memes, en teorías conspirativas, y en debates sobre si el bolillo va con frijoles o con feijoada.

PIB: Producto Internamente Bailado.

Con un PIB combinado de 4 billones de dólares, BRAXICO se colocaría entre las cinco economías más grandes del mundo.

Eso sí, siempre y cuando no se nos caiga el sistema, no se nos incendie el Congreso, y no se nos fugue el presupuesto en consultorías para definir el color del logo.

Porque si algo sabemos hacer en esta región, es gastar millones en branding y cero en infraestructura.

Pero eso sí: el logo de BRAXICO tendría que tener fuego, serpientes, y una paloma con lentes oscuros.

Capital humano: jóvenes, brillantes y sin futuro.

La mayoría de los habitantes de BRAXICO serían jóvenes.

Jóvenes sin empleo, pero con doctorado en sarcasmo. Jóvenes que saben programar, bailar samba, y sobrevivir a tres crisis económicas antes de los 25.

Un ejército de mentes brillantes que, si no se van a Canadá, podrían reinventar el mundo. O al menos el sistema de transporte público.

Geopolítica: el arte de no ser tomado en serio

BRAXICO podría negociar en bloque con Estados Unidos, China y la Unión Europea. Claro, siempre y cuando no nos distraigamos peleando entre nosotros por si el nuevo embajador debe ser un influencer o un exfutbolista.

Porque aquí la diplomacia se hace con memes, y las cumbres terminan en karaoke.

Pero ojo: si lográramos sobrevivir a nuestras propias contradicciones, podríamos ser el Macondo geopolítico del siglo XXI. Un lugar donde la tragicomedia es método de gobernanza, y donde el surrealismo no es estilo literario, sino política pública.

Cultura: exportación de jocosidad.

BRAXICO sería potencia en cultura.

Exportaríamos cumbias filosóficas, novelas con personajes que son alegorías del sistema fiscal, y películas donde el héroe es un burócrata que descubre el sentido de la vida en una fila del IMSS.

– Todo ciudadano tiene derecho a reírse del poder, incluso si el poder no entiende el chiste.

– Se prohíbe la solemnidad sin ironía.

– “La burocracia sería performativa, no punitiva.”

Conclusión:

BRAXICO no es solo una alianza. Es una fantasía lúcida, una utopía con acento tropical, un experimento de resistencia semántica.

Y si no funciona, al menos nos quedará el himno, que seguro será una mezcla de reguetón con samba y una estrofa en náhuatl que nadie entendería pero todos la pueden cantar.

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BRAXICO: La Unión de los Desesperados

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